Cuando surgió la oportunidad de entrevistar a The Orb, después de cierto bloqueo momentáneo, tuve que ponerme las pilas, pillar el cohete espacial y la nave para viajar en el tiempo y tratar de estar ni que fuese un peldaño más arriba que antes en cuanto a conocimientos más concretos de su épica y admirable trayectoria como artistas; podría hablar con uno de los dos fundadores de The Orb, Thomas Fehlmann, y no quería desaprovechar la ocasión, no way.
The Orb | Entrevista a Thomas Fehlmann
Apenas hace un mes del lanzamiento de Moonbuilding 2703 AD y hacía varios años que The Orb no sacabais un álbum en solitario. El último, editado en el sello Kompakt, fue en 2005. Al mismo tiempo, el directo que estáis haciendo en vuestra nueva gira para presentar el disco es capaz de aunar tanto vuestro lado más ambient como el más bailable. ¿Cómo os planteasteis el nuevo directo en relación con el álbum y vuestros más de veinte años de trayectoria?
El deseo primordial fue que la gente conectase con la música. Honestamente, si hubiésemos sentido que esa conexión no se creaba, habríamos cambiado algunas cosas. Porque, para nosotros, una noche no termina si no recibimos algo de vuelta por parte del público, necesitamos sentir las buenas vibraciones que nos permiten saber que lo están pasando bien. Obviamente, hemos intentado desarrollar nuestra forma de hacer los directos y ahora, como dices, nos movemos más espontáneamente hacia los extremos. Alex improvisa mucho, tanto que no sé qué es lo que va a tocar a continuación. Y eso hace que cada concierto sea estimulante también para nosotros. Aunque asumes ese riesgo, se crea una tensión positiva antes de cada actuación. Si cada noche respondemos a estos retos y terminamos el show con una sonrisa, eso es que ha valido la pena. Hemos dedicado mucho tiempo a preparar todo el equipo para los directos y estamos encantados de poder mostrarlo. Más que la dificultad para prepararlo, lo que exigió fue tiempo, porque incluso los temas antiguos están todos reescritos, de lo contrario nos aburriríamos.
La gestación de Moonbuilding 2703 AD también ha sido larga, digamos que el álbum no lo resolvisteis en apenas unos meses. Al escucharlo, llama la atención el hecho de que las canciones pueden durar hasta 15 minutos y parecen no tener ni principio ni fin.
Nos ha tomado bastante tiempo, aunque lo interesante es que cuando empezamos con Moonbuilding no lo planeamos como un nuevo álbum. Como The Orb, queríamos hacer una pieza musical. Moonbuilding quedó en ‘stand by’, y entremedias hicimos los dos álbumes con Lee Scratch Perry y varias giras, también el tour del 25 aniversario. No nos pusimos presión por terminarlo y se convirtió en un proceso como el del buen vino, necesitaba tiempo para crecer. Escuchábamos las partes e íbamos modificando cosas o trabajando el groove. Antes trabajábamos pensando en canciones más cerradas, y luego quizás venía Alex con nuevas ideas pero que ya no podíamos introducir por falta de espacio. Esta vez partimos de algunas ideas y fuimos añadiendo otras a continuación, de modo que nuestro proceso creativo queda plasmado en el propio transcurrir de las canciones. La vida funciona del mismo modo, siempre tienes alguna nueva idea y no puedes decirle que ‘no’.
Nuestra música refleja más nuestro modo de vivir que un concepto musical. Dicho de otro modo: queremos que nuestro concepto musical sea nuestra forma de vivir. Con esta idea de no cerrar las canciones intentábamos ir incorporando las ideas que venían y las fundíamos en otra canción nueva. Así es cómo se ha forjado ‘el todo’ de Moonbuilding. THE ORB
Cuando hablas del deseo de reflejar con música vuestro modo de vivir, pienso que el propio proceso de la memoria funciona de forma parecida a vuestro último trabajo. Nunca cuentas la misma historia dos veces ni sabes exactamente cuándo empieza y cuándo termina. Quizás, con el paso del tiempo y mayor perspectiva, encuentras otros elementos que la expresan mejor o que decides incorporar, sea por el motivo que sea. Tampoco es recomendable quedarse viviendo en el pasado ni repetir siempre los momentos de gloria anclado en algo que ya no existe.
Estoy totalmente de acuerdo. Esta fue una decisión que tomamos hace tiempo: queríamos seguir adelante. Nuestra idea no era convertirnos en ‘la sensación del momento’, preferimos tener a veces un perfil más bajo pero apostar por la continuidad. Puede que la gente tenga expectativas con The Orb, pero creo que lo que esperan es precisamente el cambio y la evolución. Estoy contento por haber alcanzado esta visión abierta de nuestro proyecto, sin tener que estar pendientes de lo que se está haciendo en el mercado ni depender de la ‘música de ahora’. Hemos logrado una posición independiente.
He leído a Alex diciendo algo parecido en una entrevista anterior. Que la idea no es que el público os fije en una imagen y un número concreto de canciones y que luego esto se convierta en la manera de reconoceros, como puede ser el caso de Chemical Brothers o Underworld. Y con esto aclaro que no es una crítica hacia ellos, sino que su trayectoria ha sido más mediática y a medida que sacan novedades dejan intactos en sus directos los tracks anteriores o introducen pocas variaciones.
Es importante que remarques que no se trata de minusvalorar a otros grupos, es solo cuestión de opciones. Nosotros nos sentimos más cerca de un grupo como Grateful Dead. No es tanto una conexión musical sino más bien ‘espiritual’. Podríamos hacer un concierto de cuatro horas con nuestra música y nunca sonaría igual. Buscas la esencia de un tema pero lo retomas hacia una dirección totalmente diferente.
Además de la música y este tipo de vínculos que mencionas, ¿cuál ha sido tu relación con otras artes? ¿Has tenido influencias desde otros campos?
Cuando llegó el momento de elegir dónde quería formarme fui a una escuela de arte para estudiar artes visuales. En ese momento la tendencia era el arte conceptual, no tanto la pintura u otras disciplinas. Hice fotografía, vídeo y arte experimental. Si pienso en la pintura y en la imposibilidad de intervenir una obra una vez está finalizada, me siento muy afortunado de que yo cada noche pueda hacer una nueva versión de una de las canciones. Lo mismo ocurre con un libro, una vez ha sido escrito ya no puedes modificarlo ni retocar los detalles.
El modo de trabajar entre músicos que hacen electrónica también es particularmente diferente, desde los remixes a los back to back, así como la forma de retomar estilos pasados y regenerarlos de maneras insospechadas. En este sentido, ¿cuáles han sido vuestros vínculos o referencias?
Alex y yo somos tanto músicos como fans de otros artistas y de su música. Recuerdo lo emocionado que estaba cuando conocí a Madlib personalmente, es uno de mis héroes. O cuando me encontré a J Dilla en una tienda de discos en Escocia, ¡inmediatamente compré todos los discos que pude de él para que me los firmase ahí mismo! Esta es la razón por la que la música nos sigue motivando y pensamos que no hay un lugar mejor para nosotros. Funciona en ambas direcciones: las ganas de descubrir nueva música y otros sonidos es tan vital como hacer nuestro trabajo.
¿Cuál ha sido vuestra relación con Kompakt para desarrollar vuestros álbumes y sencillos? Vuestra primera colaboración publicada es de 2002 y la electrónica y la dinámica de los sellos han cambiado mucho desde entonces.
La calidad que tiene Kompakt se debe a que es un sello gestionado por artistas. Eso les da una comprensión muy diferente del proceso creativo respecto a otros proyectos empresariales y también les aporta la apertura de miras y el conocimiento necesario para desarrollarla. Empecé mi contacto con Kompakt como fan y trabajé por primera vez con ellos en 1999, cuando Voigt hizo una serie de 7 pulgadas llamada Kreisel. Durante cada semana hasta la última del año quiso hacer una especie de cuenta atrás con un lanzamiento semanal y colaboré en uno de ellos. Unos años después saqué mi primer 12 pulgadas en el sello. En 2005 sacamos nuestro álbum como The Orb, Okie Dokie It’s The Orb On Kompakt, creí que ese era el momento adecuado para reestablecer el contacto. Creo que Alex también ha comprendido la calidad que tiene el sello. Quizás no sea el que tenga la estrategia de marketing más agresiva del mundo, pero realmente eso no importa. Si el disco es bueno, las reacciones y el feedback que recibes también son buenas.
Novedades en música electrónica hay infinitas diariamente, pero se encuentran pocos lanzamientos singulares destacados cada año, de esos que difícilmente se pueden etiquetar en un género o categoría concretas, como ocurre en Beatport. Producir un estilo en concreto no tiene nada de malo, ni mucho menos, pero lo que llamaríamos ‘fuera de serie’ destaca en cierto público precisamente por su originalidad en todos los sentidos.
Ahora que lo mencionas, he perdido totalmente de vista la actividad que hay en Beatport, y ahí están ocurriendo muchísimas cosas. Como decíamos, no es que sea algo malo, pero no siento un vínculo con su planteamiento. Por ejemplo, tengo una conexión visual con cierta música, sobre cómo una banda elige presentarse ante el público o sobre qué gráfica utilizan para sus álbumes. Creo que eso también sirve para entender la música y me parece que en el nivel de Beatport todo esto se pierde. Me cuesta que capte mi atención: me ofrecen un catálogo en el que todo tiene el mismo aspecto y que, desafortunadamente, demasiadas veces suena igual.
Ya sea en la gráfica o en los títulos de las canciones, en el mismo nombre The Orb o en los sonidos y viajes futuristas, ¿qué significan para vosotros conceptos como ‘espacio exterior’, ‘futuro’ o ‘viaje interplanetario’?
Alex y yo tenemos visiones diferentes. Él está más metido en esa concepción del espacio como el ‘lugar del futuro’. Lee ciencia-ficción y ve muchas películas del género y sigue las investigaciones e historias que se publican acerca de la formación de la Luna o sus cambios. Yo la veo más como una fuente inspiracional: la Luna ha inspirado la poesía o las expresiones y teorías culturales de todos los pueblos desde hace milenios. Con The Orb siempre hemos tenido esta fusión de las dos maneras de ver las cosas, ambas se refieren al objeto ‘Luna’ pero desde dos ópticas diferentes. Moonbuilding, por ejemplo, es un cohete que va al espacio, pero con algo que hacer, ¡hay que construir y crear! No me refiero a un planteamiento como vía de escape consumista, sino a un reto. Al final, si lo miras con perspectiva, es otro añadido al canon cultural que se ha inspirado con la Luna, es un sueño. Alex tiene un acercamiento más sideral, yo soy el que tiene más los pies en la tierra. Y por eso hacemos un buen Ying-Yang juntos.
¿Cómo habéis funcionado como dúo y por separado a lo largo de todos estos años?
Nunca hemos llegado a estar separados del todo, hemos pasado por diversas intensidades pero siempre estando conectados. Una de las cosas que definen nuestra relación profesional es que Alex está en Londres y yo en Berlín, con lo que no estamos siempre compartiéndolo todo ni nos metemos el uno en el espacio del otro, mantenemos una independencia que evita fricciones respecto al concepto clásico de ‘banda’ en la que todos los miembros están siempre juntos. Esta forma de trabajar no la planeamos, sencillamente ocurrió así. Y algo que he notado en los últimos 5 o 6 años es que la calidad de trabajo en el estudio ha mejorado y el buen rollo entre nosotros se ha hecho más grande. Ahora nos sentimos más capaces de trasladar las ideas en música que en nuestros inicios.
La rutina de trabajo la tenemos en mi estudio, en Berlín. Alex suele venir unos cuatro o cinco días y nunca tenemos la sensación de que no hemos podido aprovechar el tiempo. Dicho esto, prefiero no hablar mucho más de ello: hay algo mágico en el proceso que no sabemos exactamente qué es. ¡Y pienso que es mejor no descubrirlo porque quizás desaparece!
Portada del álbum Moonbuilding 2703 AD de The Orb.
Me llama la atención que justamente en los últimos años y sin haberlo hecho conscientemente hayáis mejorado vuestro modo de trabajar juntos en el estudio.
Creo que es porque ya no trabajamos con presión. Si analizo cuándo han llegado las buenas ideas nunca ha sido bajo presión, sino cuando estábamos haciendo jugando relajados. Con el tiempo comenzamos a creer en nuestro método de trabajo y eso nos ha hecho las cosas más apacibles. Por supuesto que tenemos que trabajar, la primera idea no siempre es la mejor, pero sabemos que con nuestra compenetración llegaremos tarde o temprano a algo que nos guste. Además, nos gustan las ideas que tiene el otro.
En cuanto al equipo que utilizáis para producir, ¿conserváis máquinas antiguas y trabajáis también con programas y máquinas nuevas?
Sí, es una mezcla. Sintetizadores viejos y mesa de mezclas antigua. Tengo también un sintetizador Korg MS-20 que es de 1979, me ha acompañado siempre y todavía me gusta usarlo. Al mismo tiempo, también nos encantan las nuevas tecnologías y nos facilitan mucho la vida. Cuando producimos juntos lo hacemos siempre con lo que se genera cuando nos encontramos ‘en vivo’, no nos enviamos archivos a través de la red. Tiene que ser de tú a tú. Ni tan siquiera las mezclas las hacemos por separado, todo el proceso lo hacemos juntos. Cuando Alex viene a Berlín al estudio los dos eliminamos nuestras citas, planes y compromisos. Nos encerramos y trabajamos durante cuatro días a nuestro propio ritmo y tanto como queremos.
Con las facilidades que hay ahora resultaría tentador empezar a trabajar por separado, o por lo menos deslocalizar una parte del proceso, como en la mayoría de los casos que conozco. Tiene algo de simbólico que sigáis siendo tan rigurosos con vuestra forma de crear.
Cuando nos encontramos suceden las cosas con tal efecto que nunca nos hemos planteado cambiar. En estos tiempos que corren… ¡Estamos orgullosos de mantener estos elementos de colaboración oldschool que se sostienen con el paso del tiempo!
Por otro lado, con la capacidad de las máquinas actuales, con The Orb ya no dependemos de un estudio de grabación tan grande que tenga que ser externo, que en los inicios era esencial y tenía un coste elevado. Esto permite que los sellos discográficos se dediquen al feedback creativo en vez de a ejercer de bancos de financiación de las producciones. Y creo que es mucho mejor así.
Has pasado la gran parte de tu vida en Berlín y tenías más de treinta años cuando cayó el muro, por aquel entonces tu mirada artística ya estaba formada e incluso era de una generación anterior a muchos DJs que como adolescentes vivirían también ese momento de profundo cambio al abrirse de nuevo toda la ciudad. ¿Cómo fue esa relación con Berlín y qué ha sido de ella?
Obviamente, el inicio de los noventa fue muy potente. Era una mezcla de cultura y descubrimiento de la otra parte de la ciudad. De golpe había todo un espacio que había que llenar con ideas, que las necesitaba. Sentíamos que podíamos dejar nuestra huella ahí y que podían crecer nuestras fantasías. Esto es incomparable a cualquier otra ciudad, además de que cuando creces en un lugar siempre seguirás vinculado a él. Aunque yo soy de Suiza, llegué a Berlín en 1984 y pude vivir los dos Berlín, siento que este es mi sitio y en el que están mis raíces. Si Berlín se ha convertido en un destino de moda es algo con lo que tampoco me enfrento, ni voy a conciertos cada día. Puedo elegir en qué participo y en lo que no, y habrá lugares con ideas buenas y otros en los que están siendo explotadas. ¡En estos últimos será difícil encontrarme!
Por otro lado, todavía estoy cerca de gente que sigue experimentando mucho. Uno de mis amigos más cercanos es Dimitri, el fundador de Tresor. Nos vemos regularmente y nos movemos en un círculo de cincuenta personas. Lo que creo es que no ha cambiado tanto el cómo se producen las ideas y la creatividad, sino que ahora tenemos un público interesado en qué es lo que va a ocurrir. También las artes visuales eran muy poco relevantes en el Berlín de los ochenta. En cambio, en los últimos 15 años ha ganado notoriedad dentro del tejido cultural. No me quejo de la ciudad, por suerte no me toca ir a todas las fiestas.
Cuando entrevisté a Dave DK, que fue residente de Tresor a finales de los noventa, me contó acerca de la intención de Dimitri de ‘devolver’ a Detroit parte de lo que trajo a Europa, abriendo un club Tresor en la ciudad. Se haga o no, este tipo de intenciones tienen algo simbólico emocionante y dejan entrever la conciencia que existe dentro de sus promotores acerca de la importancia de mantener la cultura electrónica viva.
Hubo dos elementos que forjaron la Conexión Berlín-Detroit: Tresor y la tienda de discos Hardwax. Mark, el propietario de Hardwax, fue uno de los primeros que viajaron a Detroit y que desarrollaron relaciones por afinidad, no solo pensando en hacer negocios. Moritz Von Oswald y yo congeniamos mucho con Dimitri y Mark. Cuando pienso en las dificultades del Detroit actual, me recuerda a ese Berlín que de golpe dobló su tamaño y tenía espacios que nadie utilizaba. Que Dimitri intente devolver parte de esa inspiración a Detroit es algo que me produce un gran respeto. Porque ya no es tanto el problema de encontrar el lugar, sino de hacer ver a las autoridades que la cultura es algo que debe servir para devolver vida a tu ciudad. ¡Y no otro McDonald’s!
El documental acerca de The Orb y su historia.
Diría que la entrevista a Thomas Fehlmann (The Orb), que publiqué en eldiario.es en junio de 2015, es el warm up ideal para esperar pacientemente el estreno del documental Lunar Orbit en España (ojalá llegue dentro del circuito independiente o, en su defecto, en algún festival especializado. Sí, ya sabéis a quién tengo en mente). El tráiler, además, es sencillamente perfecto. El ritmo de la narración, el retrato de los personajes, las declaraciones, los planos. Es lo bueno de haber viajado al espacio, si quieres regresar y continuar viajando tienes que saber hacerlo muy bien. De lo contrario, saldrías de órbita.