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¡b-eat boat party!

Si hay un resquicio de esperanza dentro del search & destroy del Ajuntament de Barcelona en cuanto a eventos alternativos se refiere, el pasado sábado lo vivimos en su máximo esplendor y, nunca mejor dicho, la cosa fue viento en popa. La que se lió en el Port Fòrum, en ese barco antiguo —que podrían usar Don Draper y su malograda familia en un tour organizado durante sus vacaciones— con una capacidad máxima de 100 personas —lo pusimos a prueba, creedme—, fue una mezcla de buen comer, buen beber y muy buena música. Porque irte de farra y comer frankfurts o pizza es, por mucho que no queráis reconocerlo, tocar fondo. Y, del mismo modo, irte de farra y beber calimocho no es algo que vaya a pasar a los anales de la felicidad bailonga. Obviamente, comer y beber de puta madre con un house ibizenco guarro de fondo tampoco es, a mi entender, algo que merezca la pena ser recordado. Así fue la edición 0 de la b-eat boat party.

B-EAT es el concepto que nació con el claim que aspiraba a juntar, en un mismo lugar, la buena música electrónica con el buen comer y el buen beber. Y no solo eso, sino que, para más inri —y jodienda a la hora de organizarlo—, que todo ello ocurriese en una localización poco habitual, por decirlo de algún modo. La selección musical, con un lineup de alto rango, corrió a cargo de Rhythm Cult, sello afincado en Barcelona que comienza a impulsar eventos singulares que no se repetirán nunca (unique location parties, me acabo de inventar este término pero queda bastante molón, ¿no?). Foodterfuge puso los manjares, con un menú atrevido, con wraps electrónicos, batidos y hamburguesas abrazables, y todo ello a un precio que sonrojaría a las ofertas más agresivas de McDonald's. Por su lado, el coctelero no se contentó con ofrecer gintonics dionisíacos, sino que los Spicy Margarita bailaron con el Blue Angel, el Spritz Orgánico y el Tequila Sunrise.

Bueno, ¿Y qué hay de la música?

b-eat * Vanity Dust
b-eat * Vanity Dust

La magia del lineup prometía emociones cual tormenta de beats ultramarinos, y vaya sí las repartió, hasta el punto de que la b-eat boat party recibió visitas cómplices de varios vecinos curiosos con ganas de darle un giro a su previsible sábado naval. Y es que, cuando la gente empezó a bailar, copa en mano y gafas de sol listas, el flow no se detuvo hasta la hora de cierre.

El barco merecería un capítulo a parte. Por su estética anclada en unos extraños años cincuenta, mesitas en los dos laterales, y unas escaleras que te plantaban en el techo, al aire libre, lugar en el que se clavó la cabina para pinchar y unos altavoces que medían tanto como el más alto de los allí presentes. Los preparativos de B-EAT fueron frenéticos y apasionantes. Coches, furgos, taxis y motos tuvieron que organizarse to the max para lograr llevar todo lo necesario al puerto. No es que fuese un evento con sobrados medios de producción, ni mucho menos, pero la confluencia de detalles obligó a armar una operativa algo barroca que finalmente salió bien. El sol no falló, los beats no bajaron en ningún momento —salvo cuando se produjeron intensos avisos desde capitanía—, y lo que sí se quedó corto fue la bebida, cosa que, en realidad, es una buena señal.

Tuve que ir a comprar hielo en repetidas ocasiones. En el bar al que fui me preguntaron que para qué necesitaba tantas bolsas. Era difícil de explicar, así a bote pronto: «mire señora, la estamos liando parda en el embarcadero y la cosa es que necesitamos esto para etilizar el fiestón cosa mala». Lo resumí, como un teen que miente a discreción a sus padres, con un «estamos con unos amigos preparando bebidas y así ya nos quedaremos con hielo en el barco para los próximos días». Porque, queráis o no, cuando el viento frenó un poco, sobre las cinco de la tarde, el musicón se escuchaba hasta dentro del Decathlon que está a varios cientos de metros del boat oldschool.

b-eat barcelona * Vanity Dust
b-eat barcelona * Vanity Dust

Para recoger a la peña el código estaba claro: de 14h a 16h y ni se os ocurra llegar tarde. Lo que no se puede hacer a estas alturas es montar una farra de tales características y dar la dirección exacta. Te encuentras con una avalancha party style eh peña que soy colega... ¿buen rollaco ein? que ahuyenta al clubber pro y atrae al classic intruder.

La gente se comoprtó con el timing, bastante bien, igual que la estructura del barco que se mantuvo a flote salvo algún que otro momento crítico de inicio de los subidones en la cabina electrónica. El equipo de sonido era, cuanto menos, el que podemos esperar de una de esas raves que ponen a bailar a una provincia entera durante cuatro días. En la b-eat boat party, no obstante, la voluntad no era provocar un tsunami y dejar la zona perdida para los pobres del Primavera Sound, que en apenas dos semanas estarán dando la chapa por el Fòrum, eso sí, pagando mucha más pasta y teniéndolo más difícil para flotar.

15 seconds in a Secret Boat Party in Barcelona from Vanity Dust on Vimeo.

La música, gran protagonista del evento, empezó suave y cariñosa con Meet Us. Los dos Djs, Nacho y Guillem, se iban turnando para que la llegada de los primeros boatclubbers sintiesen el afecto de los primeros beats. En la barra, entradas ya las cuatro, la cola estaba ya demostrando que la propuesta de la barra dejaba a cualquier terraza de hotel pija debajo del mar. En la zona del papeo, Foodterfuge repartían a diestro y siniestro sus wraps electrónicos y los prometidos y deliciosos manjares. Y Paul Loraine (Rhythm Cult) y Lee Webster estaban ya listos, preparando sus tracks y ganándose el primer aviso del servicio de seguridad el Port. Más de dos horas de repertorio bailable, de deep house y temas de corte lisérgico y sensual pusieron el barco a navegar, en un sentido figurado, claro.

B-eat boat party barcelona * Vanity Dust
B-eat boat party barcelona * Vanity Dust
Boat Party b-eat Barcelona * Vanity Dust
Boat Party b-eat Barcelona * Vanity Dust

La llegada de Shelby Grey a la b-eat boat party, que finalmente hizo un luminoso B2B con Lee Webster por problemas técnicos, solo hizo que el barco, lejos de hundirse como se temía, comenzase a levitar unos centímetros por encima del nivel del mar. Claro, en el puerto, desde la zona de control, ya no sabían qué hacer. Por contra, la gente de los barcos atracados alrededor optaron por sumarse a la mandanga. La imagen de ver una parejita moviendo la cabeza dos barcos más allá, abrazados con su birra y compartiendo el b-eat fue de lo más sintomática: esta fiesta existía por y para el buen rollo. La b-eat boat party era como un enjambre de navegantes hambrientos de amor y fluidez. Estaba sucediendo en Barcelona, que por prohibir ya no deja ni a más de cuatro niños jugar a la pelota en el parque.

boat party * Vanity Dust
boat party * Vanity Dust

La barra comenzaba a tener productos etílicos sold out, pero no por ello había lamentaciones: si se acababan las bebidas significaba que la cosa estaba yendo bien. Y que, al caer el sol, el closing solo podía ser todavía más mágico, imposible de no bailar. El cierre, a cargo de Moreon&Baffa, subió de bpm e hizo que la última hora y media la velocidad del barco pasase al modo lancha Zodiac. Por lancha la que pasó cerca del oldschool beatboat, con una despedida de solteras dándolo todo y con una polla gigante de plástico. Se hubiesen sumado a la fiesta si hubiesen tenido entrada, pero recordemos que b-eat funcionaba de manera estricta con eso: o bien eras marinero o bien sabías de qué iba el rollo, pero nada de acoplarse sin tener nada que aportar (no, no cuenta una polla de plástico tamaño gigante).

Moreon Baffa b-eat barcelona * Vanity Dust
Moreon Baffa b-eat barcelona * Vanity Dust

A partir de las 21h, la gente comenzó a regresar a tierra y los beats siguieron para los más bailongos, inclementes, suaves y dulces, acariciando torsos desnudos y espaldas solo cubiertas por la tira del bikini. Sí, era 9 de mayo, pero en Port Fòrum un grupo de iluminados sin nada que perder y mucho que ofrecer habían decidido que ya estaba bien esto de esperar al verano y a los macrofestivales. Un barco viejo, unos altavoces, bebidas angelicales, comida electrónica y música celestial, ¿qué más necesitamos en Barcelona si logramos gozar de todo esto con amigos y en libertad?