«Soy un tipo normal pero cuando me pongo a pinchar apago mi mente y pierdo la cabeza» Floating Points
Fundador del sello Eglo Records, autor de temas ya legendarios como Vacuum Boogie, el inglés Floating Points es uno de los productores que mejor ha sabido encontrar su sonido: destellos de jazz, melodías que fluyen en un largo recorrido y, por supuesto, un carácter suficientemente capaz de quebrar la pista con una invasión de complejas emociones.
Sam Shepherd, mundialmente conocido como Floating Points, está en Barcelona con la misión de firmar otra memorable noche en la sala Lolita de Razzmatazz y confirmar que la idílica actuación en un B2B con Daphni el pasado verano en el open air del Monasteri del Poble Espanyol no fue un espejismo.
Al sentarnos en una confortable y amplia cafetería cerca del club, nos explica brevemente otra de sus razones del viaje: unos amigos suyos trabajan en la producción y edición de vídeo y han desarrollado una nueva técnica para hacer modelos en 3D con LEDs que se mueven por el espacio y funcionan a través de stopmotion. El futuro ha llegado, otra vez.
Shepherd explica que las imágenes que consiguen son vívidas y preciosas y que juntos están haciendo un vídeo. El resto de la conversación fluye por los tejidos neuronales con la cadencia de su música y la naturalidad de su estilo. Hablaremos de Manchester, del club londinense Plastic People, fundamental en su formación como dj, de su sello Eglo Records y sí, también sondearemos su campo de estudio extramusical: la neurociencia.
Aprovechamos para preguntarle si ha trabajo con vídeo en otras ocasiones, aunque su cercanía y espontaneidad, añadidas a su sonrisa y timidez, nos dejan entrever que podríamos empezar preguntando casi directamente por el sentido del Universo. Arrancamos así con una entrevista confortable, despierta y con una fluidez total mucho mayor que la suma de todos los componentes químicos que uno es capaz de imaginar.
Floating Points: Hice algunos vídeos con mis primeros materiales, hará cosa de ocho años. Los metíamos en Vimeo, no en Youtube. Pero nunca llegamos a hacer gran cosa con ello. Hace unas semanas pensé que esos vídeos estaban bastante bien, los hacía con unos amigos de una escuela de arte en Londres. Así que, sin duda, estoy muy interesado por este formato, especialmente en cómo interactúa la música con las artes visuales. Es algo que quiero hacer más.
Vicious Magazine: ¿Tu carrera de ciencias también la hiciste en Londres? Suponemos que muchos periodistas te preguntan acerca de esta extraña combinación entre haber estudiado ciencias y dedicarte actualmente a la música electrónica. ¿Qué tipo de relación has establecido entre ambas disciplinas? Por lo que sabemos, ahora mismo estás ocupado con tu doctorado en ‘Neurociencia y dolor’, quizás puedas explicarnos algo más sobre ello para los que somos neófitos en la materia.
FP: Estoy interesado en la ‘genética del dolor’, es decir, en la forma en que un organismo detecta el dolor a través de las neuronas y en cómo el ADN de esas neuronas es responsable de fijar el marco de ese dolor. Porque, hasta cierto punto, creemos que terapéutica y médicamente podemos ayudar a la gente que sufre dolores extremos modulando la forma en la que el ADN se comporta en esas células. Fundamentalmente, consiste en apostar por la terapia genética para tratar el dolor, antes que la morfina o el paracetamol.
Serían como medicamentos oldschool en comparación con lo que estás investigando ahora.
Sí, los medicamentos antiguos que se solían usar para tratar el dolor, porque hay muy pocos medicamentos nuevos disponibles y tienen poco efecto. Así que estamos buscando vías muy específicas usando la terapia genética.
Enfermedades como el cáncer, especialmente en edades avanzadas, provocan muchísimo sufrimiento, pero parece que no hay tratamiento posible salvo paliar el dolor a base de medicamentos.
Exactamente. Con enfermedades como el cáncer, la diabetes o el SIDA la gente sufre mucho, con lo que somos conscientes de la importancia de investigar en esta dirección. Es muy difícil.
Estás intentando cartografiar un mapa que por ahora está bastante inexplorado.
Algo así. La mayoría de las veces el dolor es un síntoma de una enfermedad, como el cáncer. El debate que se suele plantear es “centremos nuestros esfuerzos en curar el cáncer, eso terminará con el dolor”. Pero hay muchas situaciones en las que el dolor existe sin una patología detrás. La gente que tiene fibromialgia, por ejemplo, tienen dolor extremo pero no hay nada “malo” en la persona.
Como nos comentabas, te mudaste de Manchester a Londres para estudiar ciencias. ¿Cuándo surge la música y tu interés por producir, cuando estabas estudiando en Londres o ya te venía de antes?
Viene de antes. Crecí en el centro de Manchester, cerca de muchas tiendas de discos. En ese momento compraba muchos discos antiguos porque era la forma más barata de conseguir la música que me gustaba.
En ese momento mucha gente estaba vendiendo sus vinilos porque se pasaba masivamente al CD, ¿no?
¡Exacto! Esa época fue genial para conseguir vinilos, a principios de los noventa. Yo tendría unos trece o catorce años y no sabía demasiado de música, aprendía mucho y tocaba el piano. Compraba muchos discos de jazz y piano jazz, como los de Keith Jarret. ¡Compraba tantos discos, eran tan baratos! Quizás me costaban quince centavos cada uno. Algunos de los discos que compré luego se convirtieron en muy difíciles de conseguir. Yo no tenía ni idea de eso, los compraba porque me gustaban. En Manchester viví un momento genial con la música.
Quizás fue una generación anterior pero, ¿sentiste o recibiste alguna influencia de toda la movida en The Hacienda de los ochenta?
Personalmente, no. Mi colegio también estaba en el centro de la ciudad, y recuerdo que los padres de algunos amigos formaban parte del círculo de The Hacienda, eran muy liberales y abiertos de mente. Y lo eran tanto que, al verme tan interesado en el jazz, me colaron en un club de jazz, el Matt & Phreds. Todo lo que vi ahí dentro fue increíble, artistas como Steve Berry y otros, pude disfrutar de músicos fantásticos. Todavía era en aquellos años en los que se podía fumar en los clubes… Sin duda era demasiado pequeño para poder entrar. Solía quedarme detrás de todo de la sala, sentía y vivía experiencias maravillosas, y no solo en cuanto a la música, sino también acerca del contexto al que pertenecía la música, la idea de lo que es un jazz club. Esa concepción fue muy importante para mí, ver a la música “viva” en un espacio, y ver a la gente volverse loca con el jazz en directo.
En aquel momento compraba muchos discos en una tienda que se llamaba Factory Records. Ahí fue cuando empecé a escuchar house, sobre los quince años. Primero compraba música muy mala, como piano-house. Esa tienda y muchas otras cerraron al cabo de poco, pero fueron buenos tiempos.
¿Cerraron muchas tiendas de discos en Manchester en aquellos años?
Sí, había tiendas brutales en aquella época. Vinyl Exchange todavía sigue abierta y Piccadilly Records y Eastern Bloc también. Y fue después cuando me mudé a Londres y ahí me puse a fondo con la música gracias a una beca para los estudios. Cuando era más pequeño, en Manchester, casi no tenía dinero y contaba con un trabajillo que apenas me daba para comprar algunos vinilos. Pero en Londres pude dedicar más dinero a la música.
¿Encontraste algún estudio para grabar y producir?
Eso no fue hasta hace unos tres años, antes lo hacía todo en mi habitación. La mayoría de discos que he sacado hasta la fecha los hice en mi habitación. El último disco que saqué, King Bromeliad, lo hice ya en un estudio. Y desde entonces todo ha salido de mi estudio, ¡quizás suena más profesional!
Nos interesa lo que comentabas acerca de lo importante que son los espacios en los que suena la música, no solo el sonido en sí. Por eso queríamos preguntarte por el tiempo que pasaste en el mítico club de Londres Plastic People, la sesión que hiciste con Four Tet de más de cinco horas para el cierre definitivo del club hace pocos meses ha sido un boom en la red y sin duda quedará para el recuerdo. Pensamos que es importante que los clubes piensen más allá de poner altavoces carísimos en la sala, creemos que se necesitan muchas cosas más que el dinero para crear un buen club, ¿cuál es tu visión sobre los clubes?
No he pensado demasiado en ello, pero como alguien que va clubes pienso que hay detalles que son relevantes: cómo te tratará el portero (si te tratará como ganado o si te saludará al entrar), el staff, la calidad del suelo (de madera es mucho mejor, lo peor para bailar es pegajoso) y, claro, el sonido tiene que ser bueno, pero el tratamiento acústico de la sala tiene que serlo en la misma medida. Eso toma tiempo. Por ejemplo, los famosos Funktion 1 son unos altavoces fenomenales, pero en una sala mal diseñada pueden sonar fatal. La gente de Plastic People eran muy conscientes de ello, y era un equipo Funktion 1 como en todas partes pero con un trabajo de estudio del sonido impresionante. Aprendí muchas cosas con ellos.
Además, sabemos que el límite de aforo era de doscientas personas, tampoco parecía que en Plastic People estuviesen obsesionados con crecer por crecer y aprovechar el tirón siempre tentador de lo comercial.
Sí, eso no tiene por qué ser así. En Plastic People, por ejemplo, había esas doscientas personas, la mayoría como público habitual. Casi siempre conocías a tres cuartas partes de la sala. Estuve ahí cinco años, y en el segundo año ya conocía a la mayor parte del público. Y eso se notaba, el ambiente era genial. Cuando estás tan a gusto, dejas de preocuparte por todo, sencillamente estás cómodo y pinchas lo que quieres sin presión, sin tendencias. No tienes por qué pinchar tech-house o lo que esté de moda, puede ser jazz, cualquier cosa mientras sea buena música. ¿Por qué no? Sé que suena típico, pero la música que está hecha de pocos sonidos es más fácil que funcione en una sala mal acondicionada, pero con la complejidad de un tema como Good Girls Go To Heaven grabado en directo se necesita un muy buen equipo de sonido y una sala impecable para que transmita con exactitud lo que es. Definitivamente, Plastic People lo hicieron muy bien. Muchas veces se hacían colas enormes en la puerta del club, y eso es horrible. No tiene sentido tener a gente haciendo cola, nadie quiere quedarse fuera en una fiesta. Pero en Plastic People lo que importaba era que el aforo fuese el apropiado para que todo funcionase bien. Si hubiese encontrado otro sitio más grande en Londres me hubiese movido, porque si te pones en el lugar del que se queda fuera en la calle, es muy desagradable.
Cuando leímos acerca de tu experiencia en Plastic People en los últimos años, pensamos automáticamente en que actuar ahí te habría permitido conocer y trabajar con músicos y artistas que posiblemente te habrían inspirado e influenciado. Aunque en el mundo de la música electrónica, especialmente a nivel profesional, es habitual tener contacto con djs que personalmente no conoces (intercambiar promos, contactos, etcétera), quizás el contacto directo con los artistas cercanos a Plastic People, ya fuese por estar en el mismo club o incluso porque actuaste con ellos, te permitió entablar una relación más intensa y provechosa. ¿Fue realmente así? ¿Qué historias puedes contarnos de este período?
Theo (Parrish) es un buen amigo, él hacía de residente ahí conmigo. Para mí y para Four Tet ha sido muy importante, también para Dan (Caribou). Todos somos muy buenos amigos. También para Fatima, Alex Nut o FunkinEven, que son gente de mi sello (Eglo Records). Sin ese club posiblemente Eglo Records sería otra cosa. Había una noche llamada CDR, en la que todos los productores salíamos, nos encontrábamos y pinchábamos la música que habían traído los otros. O quizás algunos productores tenían proyectos que compartir y ahí los pinchábamos. Los productores de Londres nos encontrábamos en las noches CDR para compartir lo que estábamos haciendo.
Cuando hablamos con Barem, nos contó el apasionante momento que él vivió en Berlín, sobre mediados de la década pasada, cuando el auge del minimal estaba en el máximo nivel y justo en la ciudad coincidieron una gran cantidad de artistas con mucho talento y que lo tenían casi todo por hacer. Ellos se encontraban en Club der Visionäre, quizás sea un buen símil con lo que nos estabas explicando de Plastic People.
Sí, las noches de CDR fueron algo así para mí. Ahí conocí también a Jamie XX, solía pasarme maquetas de los discos que estaba haciendo… ¡Qué buenos tiempos!
En Plastic People hiciste el cierre del último día en un B2B con Four Tet. Recordamos también la tarde de verano en la que pinchaste con Daphni (Caribou) en el Poble Espanyol. Por ahora has presentado B2B con artistas muy singulares y que tampoco se han convertido en lo habitual dentro de tus giras. Nos parece que, para sorprender al público, un B2B inédito puede ser una muy buena forma de hacerlo.
Sí, los B2B como formato habitual me gustan. Pero tengo que hacerlo con alguien con quien haya algo más que conexión musical, también tiene que haber una conexión personal. Necesito la confianza de un amigo para poder hacer un B2B. Suelo ponerme en plan agresivo, en el buen sentido del término, luchando por encontrar el mejor tema posible para el momento. Para demostrar que tu tema es mejor, le pegas un empujón y te pones a pinchar tú, ¡eso es lo más divertido!. Ir a por el hit en el B2B, eso lo aprendí con Mr. Scruff: cuando es rígido y pactas, pongamos, dos vinilos cada uno, entonces se vuelve monótono.
Kieran (Four Tet), Dan (Caribou) y yo actuábamos en Leeds la noche antes, estábamos volviendo en el tren hacia Londres y nos llamó el propietario de Plastic People y nos dijo que cerraban, que lo habían anunciado ese mismo día a la prensa y a todo el mundo. Nos preguntó si queríamos pinchar la última noche, ese mismo día. Estábamos agotados y sorprendidos por la noticia, pero dijimos: ¡vamos a hacerlo! Nos preguntamos qué podíamos llevar y decidimos traer los grandes tracks que teníamos entre nuestros vinilos. El público estaba entregado y se notó esa familia que teníamos bailar. Kieran y yo hemos actuado juntos muchas veces, cosa que nos permitió sentirnos cómodos todo el rato. A mí me aburre pinchar un solo estilo toda la noche, creo que como a todo el mundo. No conozco a nadie que escuche house todo el día. Si pincho cuatro vinilos de house seguidos, me quedo atrapado con eso y, por ejemplo, estoy actuando con Kieran, quizás se pone él y me lleva a otro sitio con su música.
¿Cómo enfocarás ahora tus residencias en Londres, planeas seguir pinchando en otro lugar?
Por ahora me tomaré un descanso. Vienen varias giras y también tengo amigos en otros lugares, así que posiblemente no haré una nueva residencia en Londres durante un tiempo. También estoy produciendo.
En 2014 sacaste tres EP, que no es poco. ¿Sigues produciendo al mismo ritmo?
Este año saldrán nuevos proyectos y también estoy produciendo con banda, con mi sello Eglo Records.
¿Qué podrías contarnos acerca de Eglo? Por lo que hemos estado hablando y la gente que ha producido con vosotros, parece un proyecto muy cercano y que funciona a través de buenas amistades y sintonía musical, de forma casi personal.
Sí, funciona bastante por sintonía. Acabamos de lanzar a Sauce81, un chico japonés que hace años que conocíamos. En Navidades estuve en Tokio y pude verle de nuevo y cerramos los últimos detalles del lanzamiento. Todos en el sello somos amigos, es mucho más fácil trabajar así: les damos la libertad para que hagan lo que quieran y nosotros les ayudamos en todo lo que respecta a la producción y distribución. Es genial porque ha funcionado muy bien en Londres y ahora estamos expandiéndolo a otros lugares del mundo. La familia crece, más allá de Londres.
La vinculación con el vinilo, tanto la tuya como por extensión la de Eglo Records, es fuerte y se mantiene al margen de los vaivenes de lo digital. ¿Cómo vives esa relación física con el objeto a la hora de pinchar o escucharlo?
Hace no mucho estuve en Argentina y cuando iba a pinchar me comentaron que habría problemas con los platos. Había digitalizado muchos de mis tracks y lo que tuve que hacer para pinchar fue… ¡hacer como que ponía el vinilo en el plato y luego buscar el CD! No puedo funcionar a través de una lista, ¡necesito sentir el vinilo real!
Es como un ritual físico, ¿no te parece? Desde levantarse a buscar el vinilo hasta seleccionarlo con los dedos y luego ponerlo con la aguja.
Exacto. Así es cómo selecciono la música. No me considero un dj, sino que realmente me encanta la música y colecciono muchísima. Empecé poniendo música en mi colegio de Manchester y cuando llegué a Londres, un amigo no tenía dj para una fiesta y yo dije “¡yo tengo algunos discos!”. Entonces la gente de Plastic People me invitó a pinchar en su local… Nunca quise hacerlo, sencillamente ocurrió. Me encanta compartir la música. Me siento un tipo bastante normal, pero cuando me pongo a pinchar, apago mi mente, mi cerebro desconecta, pierdo la cabeza y me convierto en un animal. Es muy loco, como algo trascendente.
Los nombres de tus canciones son también bastante locos. Como ‘Vacuum Boogie’.
Es un nombre estúpido, ¿no? El sampler proviene de una aspiradora (vacuum cleaner). Me gusta la idea de recontextualizar sonidos, no tan a fondo y loco como lo hace Matthew Herbert, pero sí me encanta tomar sonidos banales (una puerta cerrándose, una aspiradora) y ponerlos en otro lugar en el que la gente loca.
Entrevista publicada originariamente en Vicious Magazine, 2015.