El próximo 20 de enero de 2022 el sello Analog Section lanzará su séptima referencia, en este caso un VA con fuerte presencia de artistas nacionales y reconocidos internacionales. Este es el menú completo del VA String Theory: A Thousand Details, Aquiles, DORHG, Drop-E, Eleck, Kalter Ende, Linear System, PEG, PWCCA, Rasser, RNGD, Sarf, Symbiosis, The Ripped y Victor Martinez.
Estrenamos el track de Drop-E, Vulnerable Fragility, que nos abre a una pertinente reflexión acerca de cómo suena el techno y si hay alguna relación con su supuesta crudeza emocional —cuya simple tesis, cargada de prejuicios, revertimos en este breve artículo—.
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Analog Section: Un sello discográfico nacional de techno fundado por el DJ y productor Sarf.
Recuerdo un absurdo debate en Estados Unidos, hace ya algo así como un par de décadas, en el que la derecha conservadora acusaba a Marilyn Manson (el cantante) de producir música violenta que convertía a la gente en violenta (así, como por influencia satánica). Toda la polémica vino a raíz de la “noticia” de que un chico que había cometido un terrible crimen resultó que escuchaba Marilyn Manson y grupos de heavy metal. Las tesis de la derecha rancia siempre suelen ser iguales, cuanto más simple sea la ecuación, y más llamativa, mejor: música violenta que no nos gusta = provoca muertes +influencia negativamente a la juventud.
Lo gracioso del caso es que, a raíz del debate, se compartieron varios estudios en los que, precisamente, los resultados eran casi contrarios a esta demagógica ecuación. La mayoría de oyentes de heavy metal tenía una sensibilidad emocional parecida a la de los oyentes de música clásica. Por mucho que la estética del heavy se asocie a “tipos duros” o a “oscuridad y tinieblas”, parece ser que, en realidad, aquellos que lo disfrutan suelen saber discernir bastante bien entre la realidad y el arte y la utilidad de su imaginario (obviamente, salvo desafortunadas excepciones).
En el género musical al que aquí nos dedicamos, y en concreto a raíz del release de Analog Section que llegará en apenas unos días, me pregunto lo siguiente:
¿Qué nos dice el título del track de Drop-E, Vulnerable Fragility, respecto al techno que tanto disfrutamos?
Analizando el entorno de productores techno cercanos y no tan cercanos, de alto nivel y obviamente en el entorno profesional, una de las cosas más llamativas es la inherente precariedad a la que la mayoría están expuestos. Las razones son obvias, los ingresos por la venta de música o por stream son bajísimos, las giras o actuaciones se han visto reducidas tanto a escala nacional como internacional a raíz de la pandemia (así como los fees), y aquellos y aquellas que realmente viven (y muy bien) del techno son una minoría que tiende a concentrar los ingresos y a sobrepasar por decenas de veces el fee medio del resto. Capitalismo tardío puro y duro en lo que Rosa de Luxemburgo (si mal no recuerdo de mis años en la Universidad estudiando Economía, antes de saltar a Periodismo, fue ella hace ya muchas décadas), cuando presentó la teoría de la centralización y concentración del capital. Pocos y muy ricos, muchos y bastante precarios. La mayoría, como imagináis, debe tener otro trabajo paralelo y central que cubre su falta de ingresos por el lado artístico (y esto ocurre en el techno, en la música en general y casi todas las vocaciones artísticas).
Para empezar, esta actitud es realmente reveladora respecto a lo que nos ocupa: Si realmente no hubiese vocación, sino tan solo interés por el dinero, la mayoría se dedicaría a otro tipo de música o lo hubiese dejado. Por lo tanto, la mayoría de productores de techno tienen una sensibilidad y especial devoción por lo que hacen, puesto que si no es el dinero el interés principal entran ya cuestiones vinculadas a la realización personal, es decir, cierta vinculación con lo que da sentido a la vida e incluso nos acerca, un poco más, a eso llamado felicidad.
Si tu vida, en cierto modo, tiene pues algo más de sentido gracias a la música, sea porque te permite escapar precisamente de tu precariedad en un plano mental, ya seas productor o clubber, o alejarte de las injusticias que sufres o aquellas penurias que te rodean, eres más bien alguien que sufre pero que busca en el arte cierta sanación, en vez de usarlo como herramienta para tramar una venganza que pueda hacer daño al resto.
Por otro lado, si el techno permite aliviar tu sufrimiento, precisamente y gracias a que te reconforta poder liberar, por ejemplo, rabia o sensación de impotencia, o porque directamente te produce placer su intensidad y potencia, estamos ante algo positivo, estimulante y necesario que revierte, en gran parte de manera positiva, en el resto de tu vida.
El techno, en cierto modo, es una representación y ejercicio de la libertad que tanto cuesta encontrar en otros ámbitos de la vida, una libertad que siempre debe ir acompañada del respeto al contexto del baile y a los que te rodean. De hecho, la sintonía en el colectivo es clave para que una fiesta no acabe siendo un fiasco o sencillamente no merezca la pena ser recordada. El respeto mutuo y la sensación de pertenencia a un colectivo están en el motor original del techno, además de cierta conciencia de clase o de no estar, precisamente, en la cúspide de ingresos o en el entorno más aburguesado y elitista de tu ciudad.
Que el sonido sea contundente, arrollador, oscuro o incluso, en ciertos momentos, agresivo, es más la encarnación de una fuerza activadora y revitalizante que una percepción del resto de ámbitos de la vida o de cómo debe uno comportarse en sociedad.
La percepción de la vulnerabilidad o la fragilidad de la que habla Drop-E (por cierto, capo del potente sello Signal Recordings) en su excelente y poderoso track Vulnerable Fragility puede ser más o menos consciente en cada uno, pero que el techno reconforta, alivia o permite liberar el sufrimiento y exponenciar ciertos momentos de consciencia del pleno presente (ajeno a otras presiones sistémicas y sociales) gracias al baile, incluyendo una euforia desatada, es algo preciado y valioso que debe cuidarse.
Quizás, en realidad, el primer paso para dejar de ser vulnerable sea ser consciente de que, por un lado es inevitable serlo —creo que tú morirás en algún momento y, efectivamente, yo también, por ejemplo, dime si eso no es ya una vulnerabilidad que corta un poco el rollo—. De hecho, curioso es que el traje y la corbata, asociados evidentemente a elementos de poder y dominación, no estén nada presentes en la escena techno. Si alguna vez tengo que cruzar la zona alta de Barcelona (por desgracia) algún fin de semana por la noche, veo bastantes trajes, corbatas y camisas impolutas, en modo festivo, alrededor de locales en los que suena cualquier cosa menos techno. No significa que a los ricos no les guste el techno, ni estoy generalizando gratuitamente y trato de no hacerlo jamás desde hace años. Pero sí, indicativo es que el techno de verdad se disfrute más en naves de la periferia o en locales poco visibles y discretos que no cerca de centros comerciales o zonas bien iluminadas.
En las zonas marginadas o vulnerables crece cierto descontento, sonidos que desafían al orden dominante y códigos artísticos que permiten unir a aquellos que, precisamente, se sienten a veces excluidos o ninguneados. Que luego se dejen embalsamar o engullir por el sistema como muchos traperos o ciertos divos y divas del techno ya es cosa de cada cual. Que muchos de nosotros y nosotras nos sintamos tremendamente vulnerables pero bailemos a oscuras durante horas ante enormes altavoces como si fuésemos indestructibles puede ser confuso o sospechoso para aquellos que consideran la vida como un pasatiempo y el arte como un telón de fondo en el que exponer encima su supuesta fortaleza y celebrar su arrogancia y, sin que todavía se hayan dado cuenta, sacar a relucir al mismo tiempo su inherente mediocridad.