Tras mucho trabajo y dedicación, cuidando detalle a detalle el lanzamiento de su primera referencia, el sello Traces Records del artista Jheal Bashta está listo para el estreno. Con las preorders ya hechas en las últimas semanas —a la que te puedes sumar aquí— comparto en exclusiva uno de sus encomiables tracks que contiene carga poética y lírica. Para acompañar el lanzamiento del próximo lunes 24 de febrero, he escrito un relato breve inspirado en el track —de manera tangencial, pero tomando algunos elementos clave y secundado por su fuerza—.
No sería de azúcar, le darían carbón real. A lo largo del año, en el colegio, se había portado no tan bien como sus padres hubiesen querido: suspendió mates, le echaron dos veces por dibujar en la pizarra caricaturas del profesor de religión —que les hablaba de Adán y Eva y del Pecado Original— y, encima, estuvo una semana expulsado después de Carnaval por haberse disfrazado de minero y reventado el suelo del gimnasio con el pico —¡Ya veréis, encontraré petróleo, oro, carbón, lo que sea, pero algo habrá, lo intuyo!, decía voz en alto dándole golpes al suelo de madera, resquebrajándolo, mientras sus colegas le seguían el juego a la par que veían, con algo de temor, que su vocación exploradora y rebelde se le iba de las manos.
Por eso, este año, el carbón sería real, pensaron sus padres. Sería una buena lección, un aprendizaje. En la casa del abuelo, en el pueblo, quedaba todavía un saco, en el garaje, que trajo él un día diciendo que aquello era fruto de su esfuerzo y que esas reservas, aunque ya simbólicas, debían permanecer en la familia. Algún día lo entenderéis, dijo, quizás hasta os hagan falta, o puede que alguien lo quiera de nuevo.
Genial idea. Carbón del abuelo, sí, nos hará falta. A ver si así el niño aprende que los reyes no son solo videojuegos y zapatillas deportivas y, especialmente, a ver si se da cuenta de que tiene que comportarse de una vez.
Los padres se quedaron helados al leer la carta de los reyes magos que les había preparado: «Quiero carbón. Quiero tener mucho de aquello por lo que murió el abuelo trabajando».
A día de hoy, todavía conserva la mitad del saco y ha ido usando el carbón poco a poco, especialmente como tinta para escribir esbozos en paredes, papel y otras superficies con las letras e ideas que le vienen a la mente. Su valiente abuelo le ha dado al final el combustible real y físico para expresarse. Nunca más ha destrozado un suelo, se sacó las mates por los pelos y no tardó en comenzar a pecar con fruición y deleite. Callar es lo que no piensa hacer, mientras pueda hacerlo.