Recientemente convivo con la certeza de que reducir es la única manera para salvarse del cataclismo que nos rodea all day long, everywhere —el mensaje de nuestro mundo parece haberse convertido en una batería potentísima que por alguna razón siempre está con la luz roja encendida y amenazándonos con apagarse y dejarnos tirados en la cuneta.
Aceptar eso, en vez de plantearnos si merece la pena minimizar las apps, oscurecer la pantalla y optimizar y desconectar la ubicación de nuestra sombra, es un comienzo para mantener cierto control sobre lo que demasiadas veces se nos va de las manos.
De un modo análogo, nuestras emociones parecen estar también en el punto de mira de la honestidad y amenazando nuestro propio control: en nuestras redes sociales las movidas se dividen entre “divertido”, “triste”, “molesto”, “inapropiado”, y suma y sigue pero no te olvides de valorar los servicios prestados ni de responder a una pequeña encuesta.
En otras palabras, y entrando ya en la pista y subiendo el volumen: que el mundo esté lleno de panfletos rollo “advertencia: leer antes de usar” y saturado de “manual de funcionamiento” y de “consejos para un buen uso” y “tutoriales para un mejor rendimiento” nos predispone a sentir que siempre dependemos de lo que otros saben, nos dicen o nos revelan. Pero, claro, luego, siguiendo estas rutas endemoniadas, intentaremos convertirnos en alumnos aventajados, adictos a las pruebas en modo beta y a las suscripciones Premium.
Por ejemplo, dudo que en ninguna universidad de periodismo alguien dijese que este texto es adecuado para hablar de un evento y desplegar su relevancia. ¿Cierto?
Claro, pero podemos ir incluso más allá. ¿Alguien haría un artículo en forma de verso para presentar un sello de música electrónica, hablar de un club y presentar un dj set grabado en directo y cedido en exclusiva para que vibre la pantalla mientras seguimos leyendo?
Hagamos una prueba y decidimos si le damos al play:
Al acceder a la web de Razzmatazz y chequear
la programación del 22 de abril de 2017 son 2
los detalles que desafían mis recuerdos postadolescentes como regular clubber
de la gigantesca sala de la calle Almogàvers.
Parece casualidad pero es incluso mejor que eso: cuando Razzmatazz celebró la fiesta de apertura de las cinco salas simultáneas fueron los Chemical Brothers los que actuaron en el fiestón.
Pero algo os voy a reconocer: con el tiempo comencé a echar un poco de menos cuando solo se accedía a la sala techno, The Loft, por el callejón trasero de la calle Pamplona. Esa discreción del techno, ese no-lugar industrial y esas escaleras metálicas fotogénicas incluso para Daredevil.
Qué casualidad que, debido al concierto de los que hace más de 15 años unieron las 5 salas la fiesta del sello BLD Tape Recordings con Oliver Deutshmann y BLD en comitiva para bordar The Loft con ese techno digno, vigoroso y poco dado al flash, el segundo detalle que me llame la atención sea que solo se podrá acceder a The Loft por el callejójn originario.
¿Recordáis cómo comenzaba este artículo? Hablando de reducir para tomar el control de nuevo: por ejemplo, en vez de buscar otro alias para tu siguiente proyecto artístico, cárgate las vocales de tu nombre y sigue con ello. ¿Un ejemplo? ¿Qué tal el artífice del sello? BALDO ha preferido condensar en BLD su más reciente proyecto artístico. Menos, es más. Mucho más.
BLD Tape Recordings, además, me parece que sirve como contraejemplo a cualquiera de los manuales y advertencias y demás delirios que supuestamente tenemos que tener en cuenta si queremos petarlo montando un sello: sin beatport, sudando del formato digital y sin relamer el photoshop en busca de la tipografía más legible en todos los dispositivos y estudios de diseño del Lower East Side.
BLD Tape Recordings se basa en lanzamientos en edición limitada y fieles a su nombre: en vinilo o cassette, con lanzamientos de versiones extendidas y remixes poco evidentes y nada efectistas. Bueno, o sí. Pero hay que fijarse, de nuevo, en los detalles.
Según nos indica la arqueología electrónica de BLD y de BLD tape Recordings, BLD hizo un remix para un track de Orion, Gravity, sacado en el sello Polytone. Ajá, ¿y? Las casualidades en los remixes no existen, todo está ahí por algo: como que Orion no es otro que el alias de Oliver Deutschman. ¿La fecha? 2014. En ese año, a través de este track, BLD aka Baldo y Oliver Deutschmann entraron en contacto. Poco más se sabe de lo que han tramado entre medias, salvo que (de nuevo sorteando la lógica que nos dice que tenemos que estar siempre en contacto con la gente para que no nos olvide) este sábado BLD Tape Recordings y Oliver Deutschman ocupan The Loft por su entrada original y el alemán y el residente del Razzmatazz se entregarán a la causa.
¿Causa? ¿Qué causa? La mejor de todas: esa que se preocupa solo de provocar algo nuevo esculpido en los altavoces y que surge solo por esa afinidad que no precisa selfies en el backstage. Esa causa que merece ser bailada por la sencilla razón de que no está centrada en analizar las consecuencias.
No hay manuales, no hay guías ni súplicas para llamar la atención. Hay muchas ganas, eso sí, de liberarse de todo ello.
¿Mi único consejo para este 22 de abril en The Loft con BLD Tape Recordings y Oliver Deutschman? Dejar el Shazam y abrir el walkman ese vintage que tiene grabadora.
Y darle al play, por supuesto, al épico set que BLD me ha cedido para caldear el ambiente:
Grabado en la pista misma del The Loft, como warm-up en mayo de 2016 al set de Dave Clarke. Ahí es nada. Y es que cuando llega finales de abril y entra mayo comienza el tiempo de las revoluciones, con o sin causa, pero con techno.
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