El artista letón Andrey Detochkin fue un verdadero descubrimiento en tiempos pandémicos, con un track que tuve el placer de compartir como première, lanzado en un VA del selecto y cuidado sello Art21. Tras aquel primer contacto, he tenido la suerte de compartir también un lanzamiento suyo en su propio proyecto, Dux Sonus. Entre sus tracks y mis textos se gestó una relación espaciada en el tiempo, aunque con ráfagas de intensidad, y siempre muy estimulante gracias a las inquietudes compartidas. Finalmente, el viaje de Andrey Detochkin entra de manera directa en las coordenadas Vanity encajando a la perfección en Dust Trax.
En otras palabras, el primer release de Dust Trax este 2024 se llama Magnolic Perspicacity, llega este 8 de enero y lo firma Andrey Detochkin.
Para presentarte Magnolic Perspicacity, que ya puedes disfrutar en streaming y, por supuesto, descargar en formato wav si eres suscriptor de Dust Trax, tienes una valiosa reflexión del propio artista que le acompañó durante el proceso creativo del tema. Tras su texto, te ofrezco una serie de reflexiones propias surgidas precisamente tras el impacto de las palabras de Andrey Detochkin y la disfrutona escucha de su flamante Magnolic Perspicacity.
«To what extent is it possible to encounter the experience of seeing the surroundings as another being? Consciousness with a complete lack of human analytical thinking. The default insight of beings connected directly to space that does not have a human mind that tries to analyze every step of its existence. How can we see the world around us and feel the vibrations that are very far from here? The silence of the mind and the activation of all sensations leads to such an effect, and then it becomes possible to feel everything with insight like that of a magnolia. After all, she has been living on this planet for more than 140 million years and has already seen and felt a lot, both here and far beyond the boundaries of human consciousness.» —Andrey Detochkin
Con estas palabras, Andrey Detochkin acompaña el track cuyo nombre, quizás ahora, empiezas a aterrizar en tu mente, aunque sea de un modo más bien vago, porque su reflexión no lo es: Magnolic Perspicacity. Una reflexión que quizás hizo justo antes de entrar en el estudio, quizás durante, puede que después.
Y es posible que, si te dejas llevar por estas palabras, decidas admirar la belleza de las magnolias, como especie que contiene hasta 120 tipos de plantas, y que de ahí te abras las puertas a la pregunta: cómo se vive esto de la inmanencia, porque no es algo que, imaginamos, te suelas preguntar a las 8 de la mañana un martes antes de ir al trabajo, o justo al entrar o salir del gimnasio, ni cuando has quedado con tu quinta para jugar al golf. Vamos, que por muy de Tik Toker intenso que vayas por la vida, es poco probable que esta reflexión alrededor de cómo se contempla la existencia de uno mismo más allá de un sí mismo (que todo lo mide, lo calcula, opina y mide, en base a un incesante y desbocado parloteo de la mente) sea algo que tengas como prioridad a esas horas, o quizás sea algo que pensaste un par de veces en tu juventud, tras ver alguna peli de ciencia-ficción tocha o al terminar algún libro de autoayuda con inspiración a refrito budista que te regaló alguien supuestamente amigx, mientras te hablaba de las virtudes de otras plantas para la marihuana para "dejar flotar y liberar" la mente. "Ahí lo ves todo claro, el tiempo y el espacio, tíx, es muy 'jevi'".
Con este track, acompañándolo de su senda reflexión, cuya respuesta tiene más de koan que del tipo de respuestas que solemos esperar en Occidente, Andrey Detochkin nos recuerda, esencialmente, dos cosas.
La primera, y más importante: ¿Y tú, creas por crear a modo de pasatiempo o intentas investigar algo relevante en tu movida mental como ser humano, persona, ente, lo que quiera que seas, cuando te pones a crear algo? Es decir, ¿tiene sentido para ti, el hecho de ponerte a producir algo a nivel creativo, o es una extensión de lo que comúnmente se llama pasatiempo? En otras palabras, ¿ocio nocturno o cultura nocturna?
Que mucha gente asocie la música electrónica al plano de los placeres sin necesidad de que el intelecto intervenga es genial, pero en una era en la que muchxs compañerxs de especie se han difuminado en la creación sin ton ni son aka hacer ruido a lo loco para luego multiplicarlo en las redes en busca del likeability mendicante, puede que plantearte el sentido detrás de lo que haces (más allá de su resultado mensurable) te lleve a darte cuenta de que, por mera exigencia del guion, necesitas dedicar mucho más tiempo y esfuerzo, aunque te quedes pasmado ante la escasez súbita de likes, que sin duda no han detectado bien las decenas de horas extra que esta vez has dedicado a que tu proyecto creativo tuviese sentido, dirección, propósito. Así es: si subes el listón, bajan los likes. Tú dirás lo que tienes ganas de tener arriba (listón VS. likes), y hasta qué punto bajas uno para subir el otro: suerte con el punto de equilibrio, en caso de que lo haya.
Y la segunda reflexión que nos lanza Andrey Detochkin: ¿Se puede pensar el mundo más allá de lo humano, siendo nosotrxs humanos y midiéndolo todo, siempre y por defecto, bajo nuestro propio y limitado rasante?
Si te centras en la respiración, que más allá del oxígeno necesario para vivir, contiene inevitablemente una millonésima partícula de Cosmic Dust, y dejas que tu cerebro se relaje unos segundos más mientras la estimulante fragancia electrónica de Magnolic Perspicacity se adentra en tus oídos (como sabes, "oler" por los "oídos" es posible, en la literatura es una figura retórica llamada sinestesia), notarás cómo tu mente empieza a viajar a una velocidad algo menos acelerada en el corto plazo pero mucho más firme en un plano espacio-temporal de largo alcance.
Que nosotrxs, por ahora, sintamos que la vida se mide en lo que suele durar una vida humana, que ronda entre los setenta y noventa años, pongamos, no significa que ni partes de ti, ni un futuro incognoscible pero posible pueda resituarte en un plano existencial diferente, ampliado, mayor, quien sabe si hasta mejor. El Techno, y en concreto el Techno de Andrey Detochkin, tienen algo de todo ello incorporado entre los claroscuros de sus sonidos: como el lento florecer de una magnolia o el profundo enraizarse de un árbol ancestral. Había que llegar, en cierto modo, a las máquinas, para comprender el recorrido de la mente y su réplica, y la necesidad de regresar al origen, si es preciso, sin ellas, sin réplica, como unicidad o unidad origiarios. Todo esto, sin embargo, es extraño de procesar sin una mente magnólica que haga fértil el mensaje, ya que si no estamos en este estado mental estos enunciados no son más que una mera elucubración que alumbra tenuemente gracias al ritmo de la música electrónica.
Puede que necesitemos, todavía, unos cien millones de años de inhalación de polvo cósmico, o puede que ocurra pasado mañana. No sabemos cuánto polvo cósmico hay que reunir, ni dónde, para que seamos magnolia, ni qué muerte es la definitiva ni qué lugar es el no-lugar final. Pero, en realidad, más allá de la tensión en el calendario, entre la ráfaga de beats y sintetizador, y sin entrar al río de las vibrantes fragancias musicales, la clave es tratar, por todos los medios, de no dejar de admirar la armonía de las magnolias en su florecer, ni de abandonar en espíritu ni actitud ante lo desconocido la atenta, discreta y firme perspicacia.